sábado, 3 de marzo de 2012
Renoir el impresionista que pintó desde el dolor
Poco conocido es que el gran pintor impresionista, Pierre-Auguste Renoir (1841-1919), sufrió en sus últimos 25 años de vida una dolorosa artritis reumatoide severa. Caballetes con poleas y pinceles atados a sus manos deformadas fueron algunos de los ingenios que tuvo que emplear Renoir para poder seguir pintando.Fue gracias a uno de los nietos del pintor, Paul Renoir, el cual develó en el año 1995 durante el 13º Congreso Europeo de Reumatología, algunos aspectos hasta entonces desconocidos de la enfermedad de su abuelo. Lo cierto es que no se conserva el historial médico de Renoir, pero gracias a las fotografías facilitadas por la familia, a sus cartas personales y a las notas biográficas de personas cercanas, "es posible hacerse una idea del curso de su enfermedad", comentaba el trabajo, firmado por varios reumatólogos holandeses."Cuando miramos las pinturas de Renoir, es fácil olvidar que sufría un gran problema (…). Pintar fue casi una necesidad física y a veces una cura, como si desease crear sobre el lienzo aquellas cosas que tenía que perderse en la vida real a causa de su incapacidad" British Medical Journal.Se piensa que su artritis comenzó cuando tenía 50 años, se volvió más agresiva en la década siguiente y durante los últimos años de su vida lo dejó prácticamente inválido. La grave artritis le causó terribles dolores. Los huesos se le encorvaban y la carne se le secaba. En 1907 pesaba 49 kilos y apenas podía sentarse. Después de 1910 no pudo ya desplazarse con muletas y quedó postrado en una silla de ruedas. Pero esto no le impidió seguir pintando según su nieto más de 400 pinturas, periodo en el cual tampoco dejo de viajar y liarse sus cigarrillos.En 1915, el primer verano de la posguerra Renoir visitó la tumba de su madre en Essoyes, y después viajó de nuevo a París. Ciudad donde el pintor, que contaba con 78 años, en la silla de ruedas fue a ver sus cuadros favoritos del Louvre, de François Boucher, Delacroix y Corot, y a Las bodas de Caná de Veronese, pintura grande y rebosante de color, junto a la que, de acuerdo con el deseo de Renoir, en un sitio de honor, colgaba su pequeño estudio con el retrato de Madame Charpentier de 1877.De vuelta a Cagnes continuó pintando hasta terminar su composición ’Descanso tras el baño’. Incluso unas horas antes de morir a causa de una grave pulmonía, estuvo pintando una naturaleza muerta a partir de una cesta con manzanas que le había traído su hijo el cineasta Jean Renoir. Sus últimas palabras, dicen mucho del espíritu luchador del pintor “Hoy he aprendido algo”.
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