Como todos sabemos, los padres no existen. Son los Reyes Magos.
Melchor, Gaspar y Baltasar, los tres Juntos, hicieron falta para hacer un padre.
Baltasar, el negro, es el que transpira como un negro, y como un negro, nos lleva a la cancha o a comer pizza de parado; bien de negro.
Es el negro que labura como un negro y como un negro cobra en negro su negro destino de negro. Pero negro al fin, también se tararea un jazz, un tango o un candombe, y sabe pelearse; que es de negro, y sabe reírse y agitarse. Uno no se explica qué le vio la propia madre de uno a este rey mago. Pero algo deben tener estos negros, me sospecho. Es el padre divertido, el de entrecasa, el que suda y se revuelca con nosotros. Como un negro.
Por otro lado está Gaspar, el de barbita. Ese con pinta más bien de mosquetero. Es fino y educado; se las sabe todas se las sabe. Es el padre seductor que nos aviva. El piola al que admiran y admiramos. Es el padre que nos gusta gastar cuando salimos. Es el padre social, el padre amable, el que nos deja como un duque en el colegio, el que sabe aplaudir y sonreír, por fin, cuando le toca el turno. Para mostrar a los demás, ese es mi padre.
Y al fin, Melchor, el de barba blanca, el padre sabio que nos cuida. El padre de llorar, el del consejo, el que nos duele por decir verdades, el padre de la vida cuando llueve, y el que nos deja ir cuando el sol sale.
A esos tres reyes va mi beso.
Y en esos tres reyes, a mi padre.
Por Sendra
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