Era verano y hacía mucho calor. La vieja zorra estaba exhausta, cansada de andar, muerta de hambre y de sed. Hacía días que no podía encontrar nada de alimento, ni un mísero ratón de campo. Cuando ya había perdido las esperanzas, de pronto se encuentra con un gran viñedo lleno de frescos y deliciosos racimos de uva que esparcían su aroma por un verde valle y que parecían estar esperando a que alguien se las comiera.
La zorra, ni lenta y ni perezosa corrió y dando un salto trató de alcanzar el racimo
más bajo. ¡pero no lo alcanzó!, volvió a saltar, y tampoco lo pudo alcanzar. Lo
intenta nuevamente y cuando fracasa por tercera vez ya se sentía muy débil para
intentarlo nuevamente así que en voz baja se dijo: - Para qué perder tiempo si
igual no están maduras, por nada del mundo las comería.
La moraleja de la historia es que a menudo los seres humanos fingimos despreciar aquello que secretamente anhelamos y que sabemos inalcanzable. También puede ser: «No desprecies las ocasiones porque no resulten como deseas».
La moraleja de la historia es que a menudo los seres humanos fingimos despreciar aquello que secretamente anhelamos y que sabemos inalcanzable. También puede ser: «No desprecies las ocasiones porque no resulten como deseas».
La Zorra y las Uvas, ilustrada por Milo Winter en una antología de Esopo de 1919 |
No hay comentarios:
Publicar un comentario