Eternos molinos de viento: cuatrocientos años después, los "gigantes" que enfrentó Don Quijote siguen de pie en Campo de Criptana. Foto: LA NACION / Martín Rodríguez Yebra |
El Toboso, Castilla-La Mancha.- Lo que sigue es una historia real. En un lugar de La Mancha, a fines del siglo XVI, un hidalgo venido a menos se disfrazaba con una armadura de otros tiempos y alanceaba a sus enemigos desde un caballo. Se llamaba Francisco de Acuña y vivía en una calle ancha que ya no existe en Miguel Esteban, un pueblo de viñateros a seis kilómetros de El Toboso. Las tropelías de este caballero fuera de época quedaron registradas en un proceso judicial que se le abrió en 1581 por el intento de asesinato de Pedro de Villaseñor, familiar lejano con quien se disputaba una herencia.
Rescatadas de los archivos por dos investigadores castellanos, esos cientos de fojas ajadas por los siglos reavivan la eterna ilusión de encontrar al verdadero Don Quijote, la fuente de inspiración de Miguel de Cervantes para crear a su personaje.
La Mancha vibra otra vez con la pasión por descubrir las huellas del Caballero de la Triste Figura y los escenarios de sus aventuras, siguiendo las pistas incompletas, deliberadamente ambiguas, que dejó Cervantes.
La historia del Quijote tiene bases reales. Es evidente que Cervantes estuvo aquí, atesoró relatos, nombres, leyendas que luego le sirvieron de materia prima para construir su obra", sostiene Francisco Javier Escudero, historiador, que, junto con la arqueóloga Isabel Sánchez, sacó a la luz, recientemente, el caso del hidalgo Acuña y su enemigo Villaseñor.Cervantes pudo conocer el relato de boca de los Villaseñor, a quienes al parecer trató a finales del siglo XVI. Dejó constancia de su amistad con una familia de ese apellido en su libro póstumo, Los trabajos de Persiles y Sigismunda.Escudero acaba de hallar otro tesoro en un registro comercial de El Toboso: una permuta de tierras fechada el 17 de junio de 1584 a nombre de un tal Alonso Quijano. "Es la primera vez que aparece en la zona ese nombre, el mismo que Cervantes le dio a su personaje." Entre los testigos citados en el expediente figura el mismísimo Francisco de Acuña.El investigador habla dentro de la oficina del párroco del pueblo, delante de un libro con tapas de cuero lleno de anotaciones en una tinta amarronada por el tiempo. Entre los bautismos de 1585 figura el hijo de un Miguel Berengel. "Es un apellido rarísimo en la zona", dice Escudero. Cree ver en este personaje desconocido una posible inspiración de Cide Hamete Benengeli, el ficticio historiador arábigo al que Cervantes atribuye en el capítulo X la autoría de la historia del Quijote.
¿Ensoñaciones o realidad?
En El Toboso, cuesta resistirse al ambiente novelesco. "Con la Iglesia hemos dado, Sancho", se lee en letras gigantes sobre una callejuela que lleva hacia el templo de San Antonio Abad. Pueden adivinarse los pasos del caballero andante cuando decide aventurarse en el pueblo para encontrar a Dulcinea, la labradora vulgar que su imaginación convierte en una "joven y virtuosa emperatriz".La "gran torre" que vieron desde lejos sigue ahí, con su piedra ocre irregular adornada por las cruces de la Orden de Santiago. En la plaza de adelante, resalta un Quijote forjado en hierro, arrodillado frente a la imagen de una campesina de pie.
¿Ensoñaciones o realidad?
En El Toboso, cuesta resistirse al ambiente novelesco. "Con la Iglesia hemos dado, Sancho", se lee en letras gigantes sobre una callejuela que lleva hacia el templo de San Antonio Abad. Pueden adivinarse los pasos del caballero andante cuando decide aventurarse en el pueblo para encontrar a Dulcinea, la labradora vulgar que su imaginación convierte en una "joven y virtuosa emperatriz".La "gran torre" que vieron desde lejos sigue ahí, con su piedra ocre irregular adornada por las cruces de la Orden de Santiago. En la plaza de adelante, resalta un Quijote forjado en hierro, arrodillado frente a la imagen de una campesina de pie.