En 1924, la Gerencia General del Ferrocarril Sud, de capitales ingleses, alertaba: "La presencia de individuos en las estaciones, de los denominados lingheras, entre los que suelen contarse sujetos mal intencionados o simplemente delincuentes, constituye un grave peligro por los desmanes que cometen en perjuicio de la empresa, lo que el personal debe evitar, no tolerando bajo ningún concepto ni pretexto el estacionamiento de esa gente en las dependencias del ferrocarril". En esos tiempos, la oligarquía agrícola-ganadera que exportaba casi toda su producción a Gran Bretaña, dueña de puertos y ferrocarriles. El miedo de la Gerencia General del Ferrocarril Sud, en realidad, no pasaba por los "denominados lingheras"(palabra de origen piamontés que los argentinos transformaron después en "linyeras") que a lo sumo hurtaban un poco de carbón, alguna leña, y viajaban de "colados" en los trenes de carga. Los ingleses le tenían miedo a los "lingheras" que en sus pequeñas bolsas o "monos" llevaban libros libertarios, y a autores como Nietzsche y Schopenhauer.
Muchos linyeras o crotos (llamados así porque se beneficiaron de una ordenanza dictada en 1920 por el gobernador radical José Camilo Crotto, que permitió a los braceros viajar libremente en los trenes de carga cuando fueran a trabajar a las cosechas) recorrían el país con textos de Bakunin, Kropotkine y Malatesta. El croto, individualista, con toques románticos, preindustrial, era un campo fértil para que prendieran las ideas libertarias. Héctor Woollands, un militante del "crotismo", ya muy anciano declaró hace seis años: "Durante la crisis del treinta campeaba la vocación por el anarquismo, y la FORA, Federación Obrera Regional Argentina, propiciaba la expropiación: "todo es de todos, y tenemos derecho a tomar lo necesario para subsistir". Entonces, si no había trabajo, antes que cometer la bajeza de pedir limosna era preferible correr el riesgo de salir de noche a manotear alguna gallina, para sobrevivir, no para acumular. Los delegados de la FORA, cuando salían de gira, iban de crotos en los trenes, no tenían viáticos. También era común que los crotos llevaran un par de libros en su mono, que intercambiaban en las "ranchadas".
La mayoría de los crotos, sin embargo, eran hombres marginados por la sociedad, muchos de ellos inmigrantes, sin familia, solitarios, que recorrían en los trenes los desérticos paisajes de la Argentina. Trabajaban en la cosecha de maíz, que se recogía a mano, y se hospedaban en los galpones donde se guardaba el cereal. "Pero en los tiempos de las crisis económicas, se agregaban miles de crotos nuevos. Pequeños comerciantes arruinados y hombres sin trabajo incrementaban el número. La Policía los llevaba como ganado por las calles del pueblo para interrogarlos, identificarlos, amenzarlos, maltratarlos y dispersarlos. La sociedad los rechazaba: la mayoría no se volvía a integrar", escribe Hugo Nario en El mundo los crotos, del Centro Editor de América Latina.
En su "mono", dice Nario, el croto llevaba muy poco: un par de pantalones, un poncho o frazada, unas cuantas bolsas de maíz para abrigarse. Y en su "bagayera"(una bolsita generalmente de lona) el croto guardaba todo su "capital": una ollita sobre la que ponía un plato de lata, y arriba la pava, y dentro de ésta, el mate, tenedor, cuchara, bombilla. El cuchillo siempre se llevaba en la cintura, aclara Nario. Yerba, café, azúcar, el frasquito con sal y pimienta. El croto usaba gorra, boina, y pocas veces sombrero. Pañuelo o toalla al cuello. Casi siempre, alpargatas. Un croto, a los 40 años, ya era más que maduro. A los 50, se lo podía considerar un viejo. ¿Qué significaba envejecer?, se pregunta Nario. No poder resisitr el frío, el cansancio y el hambre. Y, sobre todo, no poder subirse a los trenes de carga a la carrera, ni trepar hasta sus techos.
Según una estadística oficial del Ferrocarril Sud, en 1936 había 350 mil crotos. A fines de la década del 40, con la industrialización, el croto pasó a ser un recuerdo. Una imagen, un pedazo de historia, una triste memoria.
http://edant.clarin.com/suplementos/zona/2002/10/27/z-00301.htm
Su madre no quizo que siguiera los pasos de su padre |
Lovelace era la hija del poeta romántico Lord Byron y una intelectual muy admirada en la época victoriana, Annabella Milbanke. Apenas un mes después de su nacimiento, en 1815, sus padres se separaron y cuatro meses más tarde, Byron se fue de Inglaterra para siempre.
Lovelace nunca conoció a su padre, quien murió en Grecia en 1832, y su madre no quería que se pareciera a él, así que se aseguró de que estudiara asignaturas como matemáticas para contrarrestar las peligrosas tendencias poéticas de su padre.
El mundo en el que vivía
En la Inglaterra victoriana, los navegantes, arquitectos, ingenieros y banqueros usaban tablas matemáticas que eran calculadas por unos empleados a quienes se les llamaba "calculadores".Eso implicaba que tales tablas estuvieran a merced del error humano.
Era también una época en la que los caballeros que no eran del clero, políticos o militares a menudo se dedicaban a las ciencias, pero nadie era profesional en esta materia: de hecho, la palabra "científico" fue acuñada por William Whewell en 1836.
Se movía en las altas esferas donde los caballeros se dedicaban a las ciencias. |
Lovelace y Babbage se conocieron cuando ella tenía 17 años y empezaron a intercambiar grandes volúmenes de correspondencia y cimentaron una amistad que duraría toda la vida.
En 1842 un ingeniero italiano, Louis Menebrea, publicó un artículo en francés sobre los principios de otra máquina que Babbage había propuesto hacía ocho años, pero que no había entusiasmado a sus compatriotas: la "máquina analítica".
En contraste con la "máquina diferencial", la nueva podría llevar a cabo varias funciones, como adición, sustracción, multiplicación y división, y su diseño tenía muchas de las características de las computadoras modernas.
El papel de la condesa
Lovelace fue quien tradujo el escrito. Trabajó sin cesar durante nueve meses y el resultado llegó con un valioso apéndice.El texto estaba acompañado de largas notas que denotaban un nivel de comprensión que ni el mismo Babbage había logrado. De hecho, quedó tan impresionado que la apodó "La encantadora de números".
"Sus logros son aún más sorprendentes cuando se tiene en cuenta que hizo todo eso sin una computadora en la cual experimentar" Suw Charman-Anderson
"Lovelace escribió lo que hoy podríamos llamar un programa informático para calcular los números de Bernoulli, pero más allá de eso, se dio cuenta que tal máquina podría hacer más que simplemente los cálculos, también podría producir arte y música, si se contaba con los algoritmos e información adecuados", subraya, entusiasmada, Charman-Anderson.
Más de un siglo antes de que se volvieran inocuas y rápidamente desaparecieran, Lovelace previó que con las tarjetas perforadas y una máquina se podrían manipular no sólo números sino también símbolos. En sus notas, anticipa incluso que se podría llegar generar música con un computador.
Desafortunadamente, la "máquina analítica" nunca se completó, así que no hubo forma de poner a prueba las teorías de Lovelace, lo que hace que se le admire aún más.
"Sus logros son aún más sorprendentes cuando se tiene en cuenta que hizo todo eso sin una computadora en la cual experimentar. Su comprensión del diseño de Babbage era tan profunda que pudo preparar el programa de Bernoulli y especular sobre las capacidades de la máquina sin haberla visto funcionar jamás. ¡Asombroso!", opina la tecnóloga social.
Pasaría un siglo antes de que Lovelace fuera reconocida, cuando el criptógrafo de la Segunda Guerra Mundial Alan Turing hizo referencia a su trabajo.
http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2013/10/131018_ada_lovelace_pionera_compacional_finde.shtml